Cuando me senté a conversar en el programa “Emprender es Clave” de Radio La Clave, con los fundadores de Plan 3D —esa startup de Valparaíso que hoy fabrica extremidades y órganos 3D para que estudiantes de salud practiquen suturas, inyecciones y otros procedimientos—, sabía que era una historia potente. Pero no me imaginé hasta qué punto me llevaría a cuestionar cómo vemos el emprendimiento en Chile y cuál es el verdadero impulso que mueve a quienes se atreven a crear.
Lo que más me impactó fue constatar cómo dos diseñadores industriales, Carolina Chávez y Cristián Navarro, partieron con una simple petición – el padre de Carolina, médico, necesitaba un modelo anatómico para enseñanza – y transformaron ese “pedido” en un nicho internacional: simuladores realistas para salud que exportan a Europa y EE.UU.
Ese salto es más que técnico: es una apuesta por reconocer una necesidad concreta (formación en salud más práctica, accesible y segura) y desarrollar una solución que no estaba ahí. En un país muchas veces asociado con minería, retail o servicios tradicionales, ver una empresa que imprime extremidades con heridas para que estudiantes puedan equivocarse sin riesgo real resulta disruptivo.
Lo otro que me llamó la atención es el carácter internacionalizable del modelo. No sólo están pensando en Chile: tienen distribuidores en el extranjero, estuvieron en un congreso mundial de simulación clínica en 2022, y firmaron un acuerdo con una multinacional que opera en 180 países.
Ese tipo de ambición me parece clave para entender que emprendimiento chileno no tiene por qué quedarse en “mercado local” o “proyectos de subsistencia”. Puede apuntar al mundo.
Desde mi rol como periodista y observador del ecosistema emprendedor, me permití reflexionar sobre tres elementos que esta historia me dejó: innovación aplicada, descubrir un nicho poco atendido, y el poder de quienes vienen de otra profesión. Carolina y Cristián no son médicos; son diseñadores. Esa distancia les dio quizás la libertad de ver el problema de otro ángulo, sin los “atajos” del sector salud que a veces limitan quienes vienen de adentro.
Primero: innovación aplicada. No basta con la tecnología 3D bobamente; se trata de qué se hace con ella, hacia quién, con qué fin. Plan 3D no fabrica “figuras 3D bonitas”: fabrica herramientas de aprendizaje que cambian cómo se forma un profesional. En ese sentido, la verdadera innovación es pedagógica y formativa.
Segundo: nicho poco atendido. En la nota señalan que muchos centros de enseñanza no cuentan con simuladores adecuados para que estudiantes practiquen los errores sin riesgo de dañar un paciente real. Ahí está la oportunidad, en el vacío. Y me hace pensar: ¿cuántos otros vacíos de entrenamientos prácticos existen en Chile y la región que alguien todavía no llena?
Tercero: perfil emprendedor fuera del “ecosistema tradicional”. Que quienes lideran la empresa vengan del diseño industrial y no de la medicina, de la ingeniería biomédica o de “startups” de Silicon Valley, me parece relevante. Porque rompe la narrativa común de que para innovar en salud “tienes que venir desde la salud”. A veces precisamente la disrupción viene de quien llega como outsider, ve de otra forma, y hace la pregunta que nadie hizo.
Claro que no todo es luz y aplausos. El camino es complejo: entrar en mercados altamente regulados como el de la formación en salud, cumplir con estándares internacionales, competir con empresas globales, escalar la producción, y al mismo tiempo conservar la misión original —que como contaron los fundadores, es que cada alumno tenga la oportunidad de practicar cuantas veces sea necesario sin la presión de equivocarse en un paciente real.
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Ver reportaje: La Tercera
