Chile no ha vuelto a tener nuevos “unicornios” —empresas valoradas en más de US$ 1.000 millones— desde Cornershop, NotCo y Betterfly. Según cifras recientes, la inversión de capital de riesgo cayó drásticamente: de más de US$ 1.000 millones en 2021 a unos US$ 311 millones en 2024, reflejando un cambio global hacia una mayor cautela y sostenibilidad.
Expertos del ecosistema coinciden en que el país está en una fase de madurez. La conversación ya no gira tanto en torno al tamaño de las valorizaciones, sino a la solidez y capacidad real de las startups para crecer de forma rentable y sostenida. El tamaño reducido del mercado local obliga a pensar desde el inicio en expansión internacional, lo que sigue siendo el gran desafío estructural de Chile.
Entre las startups mejor posicionadas para convertirse en el próximo unicornio destacan Fintual, Buk y Xepelin, todas con modelos escalables y presencia fuera del país. Les siguen nombres como Houm, Fintoc, Instacrops, Phage Lab, Zapping y Toku, que representan verticales diversas: desde fintech y software hasta biotecnología y agrotech.
Pero ojo… alcanzar “estatus unicornio” no implica estancamiento. De hecho, 2024 fue el año con más exits en la historia del emprendimiento chileno, lo que demuestra un ecosistema más maduro, con startups que logran liquidez e integrarse a grupos globales.
A nivel global, las nuevas reglas del juego favorecen a empresas con fundamentos sólidos, métricas reales y propósito definido, por encima de las que dependen del crecimiento acelerado. En ese sentido, el próximo gran caso chileno probablemente emergerá de un modelo sustentable más que de una burbuja valuatoria.
Más allá del símbolo del unicornio, el desafío para Chile es construir un ecosistema capaz de generar compañías internacionales, con impacto y permanencia. La madurez, la resiliencia y la mirada global podrían ser las verdaderas credenciales del futuro emprendimiento chileno.